jueves, 9 de abril de 2015

Día Tercero. 9.4.2015. UN PLAN TRUNCADO DIO PIE A UN BUEN PLAN

José R. PEDRAZA (Granada). La lluvia comenzó a caer con sonoridad metálica sobre el balcón cuando la crónica de ayer llegaba a sus últimas letras. Los zapatos y la ropa interior, que se ventoleaban, se nos pusieron más guachos de lo que estaban. Se cerró la noche en todos los sentidos. El preludio poco halagüeño que vaticinamos no tuvo lugar. El color fue el de la tranquilidad en los pasillos, de precipitación en la calle. El cansancio pudo más que la disrupción (¡uy, perdón!).
Sin mucho tiempo para reponerse, rin-rin-rin. 7’20, la lluvia repiquetea los cristales como la caja de una buena agrupación musical. Más fino el baqueteo que ayer noche, pero para nosotr@s eran tambores de guerra.
Desierto el comedor, nos fuimos poco a poco haciendo con su control. El buffet fue dando rienda a la charla y a las proteínas que permitían compartir el sentir de lo que podríamos hacer a lo largo de la mañana. Lo que fuera dependía de las inclemencias, y la noche había sido una auténtica tamborrada.
La puntualidad ya es seña de identidad de esta expedición. Bautismo grupal en una fina llovizna que no presagiaba mal día, pero que había conseguido subir el caudal de todas estas estribaciones que son vastas, altísimas y empinadas. Llegando al puerto del Suspiro del Moro, confirmación de la cancelación del plan. Dani y Javi nos reciben con su personalísima amabilidad en la BP que hay tras Otura, Alhendín y La Malahá. Nos es necesario mucho convencimiento para abortar la intentona barranquera de Otívar. La mejora de la jornada la estábamos viendo venir por el cielo desde el oeste con un claro que pillaba desde Algeciras a La Carolina –por lo menos-, pero quién frenaba el caudal que se había hecho amazónico en la vertiente mediterránea por la que nos íbamos a tirar cual tobogán. La alternativa era la que era. En la parte de Monachil y Los Cahorros podíamos hacer trekking y rappel. Camino de Granada y subida a Monachil, paso a contramano por el pueblo –y gracias-, y llegados a una especie de era-aparcamiento, trasbordo a la Volkswagen para encaminarnos –propiamente- hasta alcanzar el sendero del Camino de la Cabra, en el río Monachil: puentes colgantes, caminito inestable y estrecho haciendo funambulismo de aventura –la de caernos al cauce-, y paredes de vértigo a ambos lados. Un desfiladero de inusitada belleza y verticalidad nos absorbió durante un par de kilómetros. Algunas angosturas conllevaban coger la postura que llevan los hindúes cuando se emperchan a sus vagones ferroviarios: la mano en un asidero metálico grapado a la piedra y un pie de puntillas para apoyar algo, y el resto del cuerpo, llámese expresión corporal aérea. Tan bonito como acongojante (bien escrito, por los pelos). En un punto tela-cañón, “corte del camino por desprendimiento (Ayuntamiento de Monachil)”. Vuelta sobre nuestros pasos, gateamientos, arrastres, volatines,…En otro punto a modo de decorado –está así desde el Terciario por lo menos, no es cosa de Javi y Dani-, llegó el momento decisivo de la matinal: cuerdas colgantes y de pronto ese Dani que se viene gravitatorio cual Spiderman Granaventur. Como con las piraguas, nos explicó todo lo explicable. Nunca hay riesgo sin control, y eso se llama profesionalidad. Prácticamente toda la expedición se hizo cordada. Cascos, arneses, ochos,…nos hicieron espeleólogos sin cueva. Si alguien nos dice colgados, no nos molestamos. Todo bien, como siempre. Algún rasguño, algún restregón rodillero, las manos rozadas, un sudorcito exprés,…En fin, cuatro cosas, pero indemnes. Aplausos en el aterrizaje –toma de tierra-, y sonrisilla nerviosa. Todos llegamos de pie en este parto rappelero. Al llegar abajo, “me has hecho la foto, ¿no?”. Ni un fotógrafo en una primera comunión de dos cursos completos y sus catequistas incluidas. Clic, clic, clic, clic, clic,…Qué sí, qué sí, qué sí. Clic, clic, clic,…
Terminado el sofoco gozoso (¿?), vuelta a los coches y escalada al bus para coger camino de Otívar. Tiempo de sobra en teória. Adelantamiento telefónico de la comida en restaurante El Capricho. Sin problemas. Camino de Motril, desvío pasado el Suspiro del Moro hacia Jete, Otívar, Molvízar,…siguiendo la indicación que a Manolo-el-chófer le hizo Dani-el-aventurero. Las Sierras de Tejeda, Almijara y Alhama nos esperaban para hacer de las suyas. Barranquismo no íbamos a hacer, pero autocarismo sí. La niebla se adueñó de la alta montaña y alguien le sacó a barrenazo limpio una carretera imposible (A-4050) de la que Suiza tendría verdadera envidia. Curvas de herradura, regolas en la caliza con algún tunelito, repisas carreteras, y una niebla que impedía ver más allá, y mejor así porque la sospecha era de dimensiones geológicas (no en tiempo, en altura).
El alumnado durmiendo y el profesorado despierto (y Manolo también, que nadie piense lo contrario) llegaron a Otívar. La agricultura tropical, metros arriba había hecho acto de presencia: nísperos, chirimoyas, aguacates,…Los pueblos se desparramaban por las laderas salvando bancales, y al fondo se adivinaba el Mediterráneo (tras avisar por megafonía del acontecimiento, en un mal despertar, algún alumno me desafío con cantarlo por Joanmanuel, y sin remilgos le hice a capela un “Naciii-en-el- Mediterráááááá…neoooo, lalará la la…”) a mil metros viendo el Mare Nostrum allí en lo hondo. ¡Me salió del alma, de lo más jondo!
La comida en el restaurante, muy buena (ensaladas tropicales, croquetas compartidas y chuletón de cerdo; bebida refrescante; postre). La atención de los camareros, lo mejor. Trato cordial, campechano, de toda la vida –y era la primera vez que tod@s estábamos por aquellas latitudes-. Fuimos a comer exclusivamente, pero mereció la pena la pechada (la pechá) de precipicios por los que nos deslizamos. La vuelta había que hacerla como fuese por donde fuese: Ítrubo, Molvízar, y antes de Lobres, autovía para Granada. De casi nivel de mar a los 850 de Suspiro del Moro, todo siesta –incluido algunos de los antes mencionados como no-siesteros, ¿quién?-, y llegada al hotel a las 17’30. A las 19, tod@s guap@s, Granada nos esperaba. Desperdigados por el laberinto (tiendas, fútbol, restaurantes,…), algunos nos fuimos a la Alhambra. La caída de la tarde nos llevó a un deleite paisajístico sin igual: luz traslucida color carne que envolvía la Alcazaba, los palacios nazaríes, Santa María, el Generalife, las puertas de Carros y de la Justicia,…Enfrente, el Albaicín. Con nosotros, el agua y el aire nevados, la floresta siempre viva, los lienzos amurallados, enhiestos.
Por Gomárez bajamos, y búsqueda para camuflarnos entre la fauna del jueves. Respirando ambientes, tod@s en el sitio a la hora convenida. Bolsas de recuerdos, algún caprichito, caras sonrientes, buen rollito de esta expedición ahora urbanita.
Autobús de regreso y día echado. A estas horas, tumbad@s. El ronquido late la madrugada. Orrjjjj, orrjjjj,…


1 comentario:

  1. Hola a todo@s!! Un poquillo dolor de cabeza me ha impedido saludaros antes. Todos los días, habéis estado rondando por mí cabeza, pero hoy especialmente. Esta aventura esta dando las últimas bocanadas. El penúltimo día, la última noche y todos a casa. En fin...
    Bueno se trata del día de ayer! Y como hemos podido comprobar, la lluvia chafo un pelin el día. Se buscaron alternativas y al parecer lo pasasteis de lujo. Pues de eso se trata. Jose Ramón nos vuelve a llevar con su redacción del día, a imaginar y a situarnos ahí. A ver el día de hoy cómo se ha dado. Esperemos que de lujo. Sin más, que me embalo y no paro. Saludos y Besazos a todo@sssssss.

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