José R. PEDRAZA
(Granada). La noche pasó sin sobresaltos, con el buen gusto de la cena opípara
–almuerzo nocturno- y con algún camarero prendado de la buena actitud de los
comensales. “¡Vaya excursión! Esto es lo que no se ve. Es para hacer una foto
del grupo y colgarla como ejemplo de lo hay que hacer. No hace mucho, otro
grupo hizo del comedor otra Chechenia, una guerra. Estos vuestros ya no se ven,
lo que no hay; para enmarcarlos”.
Algún ruido del parquet
propio de algún espíritu noctámbulo hizo
sospechar de alguna promesa incumplida.
El desayuno no se hizo
esperar. Habiendo cenado como hombres –como mujeres-, algún@s parecían no
haberlo hecho. La lima de un preso no come tanto. Se comió, y a tiempo. Un@s
campeon@s. La salida fue a las 8’45 h. Los oportunos acuerdos y revisiones con
la recepción, y Manolo el chófer (de Navarro, Baena) dispuesto a transportarnos
a Quéntar. Desde Villaviciosa, confirmación de que estamos saliendo en la web
del centro para todo el mundo.
El día se ha presentado
bueno, nubes altas y 12º aquí abajo, sospechando que arriba será otra cosa. La
vuelta a Granada es inevitable por la Ronda, una espina dorsal que recorre la
capital de punta a punta como si la pusiésemos en posición fetal y la Alhambra
fuese el ombligo. Pues la médula espinal nos saca del área metropolitana camino
del Veleta. Las urbanizaciones se alargan siguiendo el curso de las vallonadas
humedecidas y humanizadas; andalusíes, mudéjares, moriscos, cristianos,
hortelanos inmemoriales que labraron la geografía bética con una plasticidad
territorial sólo posible desde Al Andalus.
Desvío para comenzar la
subida, y antes de llegar a Dúdar y Quéntar (no meto a Güéjar para no liarnos),
la solana de la sierra por la que ascendemos, de súbito, nos mete en un paisaje
predesértico más propio de Almería (¿una premonición?) que de la montaña media.
Las cárcavas se abren de par en par con espartos de adorno (natural). La
carretera se enrosca como serpiente a la defensiva que escarpa para intimidar.
E intimidación la de la pared del embalse, 135 m de cemento y de agua sobre la
que navegaríamos con mucho chaleco salvavidas y mucho neopreno, pero que sería
estar volando a la altura de dos torres de la Mezquita de Córdoba.
La parafernalia de
colocarnos los trajes aventureros, de imborrable recuerdo. Una especie de lapa adherente y compresiva se
había adueñado de cada un@ de nosotr@s. ¡Qué fatiguita, qué espesura de saliva!
La rasca de la primera hora se quitó como en lo que se tarda comerse una uña
puñetera. El traje puede ser una perfecta piel artificial para la conquista de
los polos. Ahora comprendo los andares del mismo Valentino Rossi.
Daniel y Javier
(Granaventur), buenos y curtidos monitores, dieron las pertinentes
explicaciones, relajaron el ambiente, y ¡oh sorpresa!, “llegaremos de esta cola
del embalse a la pared”. Lo que nos corría por las piernas a los profesores (de
secano que somos) no sabíamos si era traspiración u otra cosa. Unos pocos
palazos había que dar entre riscos y pinos. Y antes de embarcar (piraguar), el primer naufragio (sin
alarmas, fue costero y sin costes de ningún tipo). Repuestos del susto, a remar
se ha dicho. El entorno, espectacular. Calizas y areniscas verticales
sirviéndonos de desfiladero en nuestro desfile acuático. Algún kilometrillo
hicimos. Y como premio, aplacado el viento, en un recodo próximo a la pared del
embalse, una cueva calcárea cual gigantesca bóveda románica que el agua
disolvió, en perfecta circunferencia, en el carbonato cálcico. Fue un encuentro
espiritual, dentro de la misma tierra, subidos en piraguas sobre aguas verdosas
de innombrable –en esos momentos- profundidad.
Un rato de desembarco,
comprobación de la altitud de talud artificial –uno de los pantanos de Franco,
y de los más altos de España-, y retorno con viento en contra. Dolores
desconocidos fueron ganando la partida al placer sensitivo de hacer lo que
hacíamos. Algún remolque, alguna estrategia de rumbo y vuelta a la furgoneta
(Volkswagen de los hippies, por supuesto).
Quitar el neopreno fue el
calvario verdadero, no su puesta. Nos recompusimos, y vuelta al bus (mal
aparcado en esas estrechuras montanas). Volvimos al hotel para comer a las 14 (tapeito, carne en salsa sabrosa, más
fruta).
Sin tiempo de echar un
coscorrón, la opción fue la belleza, ponerse guapos para el Parque de las
Ciencias. De la aventura a la intelectualidad.
Solventado un
contratiempo (siempre faltará algún papel –aunque no llegamos, por fortuna, a
ser ilegales-), y maqueados para la tarde granaína,
a las 16 estábamos fotografiándonos junto a Einstein. Otra aventura en la
aventura. Tres horas por delante para ver y tocar, sobre todo, la ciencia en
toda su dimensión y despliegue: el hombre de hielo (iceman), el cuerpo humano, la sanidad militar, mariposario, Al
Andalus científica, electricidad, agua, viento, sol, aves, planetario, el
Titanic,…Los que desconocíamos la instalación (algo de sonrojo ahora), una
recomendación indudable para el lector/a y el primo y la suegra del lector/a
(solemos llegar tarde a casi todo, carácter español que algunos convertimos en
patrimonio con olor a alcanfor). El Parque científico os espera, también a los
asiduos. ¡Si lo hacemos con el Tívoli….!
Todo estupendo, buen rato,
mens sana (el corpore no estaba tanto). El movimiento remero, casi, algunos lo hacíamos sin remo en medio de
Granada. Todo un automatismo, una interiorización. No vimos esos aspavientos ni
a Giorgio Aresu en sus mejores tiempos. ¡Ojú!
El equilibrio de mente y
cuerpo vino con el paseo comercial-festivo por el centro. Hora y media de
búsqueda en terrenos ayer pateados. A las 21, quedada, recogida y cena
(macarrones con bechamel y hamburguesas; flan).
El silencio sepulcral del
almuerzo se convirtió en una verdadera boda en la cena. Colegas de Madrid
multiplicados por seis ocupaban el refectorio; más los comensales asiáticos, la
edad dorada,…¡Qué bullicio!.
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ResponderEliminarQue maravilla. Con esas explicaciones y comentarios parece que estuviésemos allí. Gracias
ResponderEliminarQue bueno eres joio!!! La verdad que sí ayer pensé que eras un crack, hoy me quito el sombrero. Leyendo se siente tu presencia, se huele, eres cercano. Haces que me ría(y mucho) otras me emocionas, haces sentir envidia sana, por supuesto, cerrar los ojos y transportarse ese lugar, a ese pantano, ver como os embutis el traje de neopreno, imaginarnos con él puesto y vuestros andares, Jajajaja esa descripción no tiene parangón! La verdad...ni esa, ni ninguna. Una última cosa, leyéndote, has conseguido que me sienta orgullosa (sanamente)de esos chavales a los cuales acompañais. "Pa enmarcados" buenísimo!!! Jijiji a ver sí no nos arrepentimos de no haberlos "enmarcao". Muchísimas gracias, besos y esperando una nueva redacción.
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ResponderEliminarAhhh!!! El comentario eliminado es un error.
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ResponderEliminarBuenas tardes. Casi que me entero de la existencia de este blog al termino del viaje. Pero he llegado a tiempo. Jose Ramon , que pico tienes , es casi como estar ahí pero mas descansados. Gracias por el blog y por lo que haceis por nuestros niños. Seguro que esta aventura no la olvidan jamás , y a vosotros tampoco. Seguid disfrutando
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