miércoles, 8 de abril de 2015

Día Segundo. 8.4.2015. MENS SANA, IN CORPORE INSANO

José R. PEDRAZA (Granada). La noche pasó sin sobresaltos, con el buen gusto de la cena opípara –almuerzo nocturno- y con algún camarero prendado de la buena actitud de los comensales. “¡Vaya excursión! Esto es lo que no se ve. Es para hacer una foto del grupo y colgarla como ejemplo de lo hay que hacer. No hace mucho, otro grupo hizo del comedor otra Chechenia, una guerra. Estos vuestros ya no se ven, lo que no hay; para enmarcarlos”.
Algún ruido del parquet propio de algún espíritu noctámbulo hizo sospechar de alguna promesa incumplida.
El desayuno no se hizo esperar. Habiendo cenado como hombres –como mujeres-, algún@s parecían no haberlo hecho. La lima de un preso no come tanto. Se comió, y a tiempo. Un@s campeon@s. La salida fue a las 8’45 h. Los oportunos acuerdos y revisiones con la recepción, y Manolo el chófer (de Navarro, Baena) dispuesto a transportarnos a Quéntar. Desde Villaviciosa, confirmación de que estamos saliendo en la web del centro para todo el mundo.
El día se ha presentado bueno, nubes altas y 12º aquí abajo, sospechando que arriba será otra cosa. La vuelta a Granada es inevitable por la Ronda, una espina dorsal que recorre la capital de punta a punta como si la pusiésemos en posición fetal y la Alhambra fuese el ombligo. Pues la médula espinal nos saca del área metropolitana camino del Veleta. Las urbanizaciones se alargan siguiendo el curso de las vallonadas humedecidas y humanizadas; andalusíes, mudéjares, moriscos, cristianos, hortelanos inmemoriales que labraron la geografía bética con una plasticidad territorial sólo posible desde Al Andalus.
Desvío para comenzar la subida, y antes de llegar a Dúdar y Quéntar (no meto a Güéjar para no liarnos), la solana de la sierra por la que ascendemos, de súbito, nos mete en un paisaje predesértico más propio de Almería (¿una premonición?) que de la montaña media. Las cárcavas se abren de par en par con espartos de adorno (natural). La carretera se enrosca como serpiente a la defensiva que escarpa para intimidar. E intimidación la de la pared del embalse, 135 m de cemento y de agua sobre la que navegaríamos con mucho chaleco salvavidas y mucho neopreno, pero que sería estar volando a la altura de dos torres de la Mezquita de Córdoba.
La parafernalia de colocarnos los trajes aventureros, de imborrable recuerdo.  Una especie de lapa adherente y compresiva se había adueñado de cada un@ de nosotr@s. ¡Qué fatiguita, qué espesura de saliva! La rasca de la primera hora se quitó como en lo que se tarda comerse una uña puñetera. El traje puede ser una perfecta piel artificial para la conquista de los polos. Ahora comprendo los andares del mismo Valentino Rossi.
Daniel y Javier (Granaventur), buenos y curtidos monitores, dieron las pertinentes explicaciones, relajaron el ambiente, y ¡oh sorpresa!, “llegaremos de esta cola del embalse a la pared”. Lo que nos corría por las piernas a los profesores (de secano que somos) no sabíamos si era traspiración u otra cosa. Unos pocos palazos había que dar entre riscos y pinos. Y antes de embarcar (piraguar), el primer naufragio (sin alarmas, fue costero y sin costes de ningún tipo). Repuestos del susto, a remar se ha dicho. El entorno, espectacular. Calizas y areniscas verticales sirviéndonos de desfiladero en nuestro desfile acuático. Algún kilometrillo hicimos. Y como premio, aplacado el viento, en un recodo próximo a la pared del embalse, una cueva calcárea cual gigantesca bóveda románica que el agua disolvió, en perfecta circunferencia, en el carbonato cálcico. Fue un encuentro espiritual, dentro de la misma tierra, subidos en piraguas sobre aguas verdosas de innombrable –en esos momentos- profundidad.
Un rato de desembarco, comprobación de la altitud de talud artificial –uno de los pantanos de Franco, y de los más altos de España-, y retorno con viento en contra. Dolores desconocidos fueron ganando la partida al placer sensitivo de hacer lo que hacíamos. Algún remolque, alguna estrategia de rumbo y vuelta a la furgoneta (Volkswagen de los hippies, por supuesto).
Quitar el neopreno fue el calvario verdadero, no su puesta. Nos recompusimos, y vuelta al bus (mal aparcado en esas estrechuras montanas). Volvimos al hotel para comer a las 14 (tapeito, carne en salsa sabrosa, más fruta).
Sin tiempo de echar un coscorrón, la opción fue la belleza, ponerse guapos para el Parque de las Ciencias. De la aventura a la intelectualidad.
Solventado un contratiempo (siempre faltará algún papel –aunque no llegamos, por fortuna, a ser ilegales-), y maqueados para la tarde granaína, a las 16 estábamos fotografiándonos junto a Einstein. Otra aventura en la aventura. Tres horas por delante para ver y tocar, sobre todo, la ciencia en toda su dimensión y despliegue: el hombre de hielo (iceman), el cuerpo humano, la sanidad militar, mariposario, Al Andalus científica, electricidad, agua, viento, sol, aves, planetario, el Titanic,…Los que desconocíamos la instalación (algo de sonrojo ahora), una recomendación indudable para el lector/a y el primo y la suegra del lector/a (solemos llegar tarde a casi todo, carácter español que algunos convertimos en patrimonio con olor a alcanfor). El Parque científico os espera, también a los asiduos. ¡Si lo hacemos con el Tívoli….!
Todo estupendo, buen rato, mens sana (el corpore no estaba tanto). El movimiento remero, casi,  algunos lo hacíamos sin remo en medio de Granada. Todo un automatismo, una interiorización. No vimos esos aspavientos ni a Giorgio Aresu en sus mejores tiempos. ¡Ojú!
El equilibrio de mente y cuerpo vino con el paseo comercial-festivo por el centro. Hora y media de búsqueda en terrenos ayer pateados. A las 21, quedada, recogida y cena (macarrones con bechamel y hamburguesas; flan).
El silencio sepulcral del almuerzo se convirtió en una verdadera boda en la cena. Colegas de Madrid multiplicados por seis ocupaban el refectorio; más los comensales asiáticos, la edad dorada,…¡Qué bullicio!.

Hasta aquí. Son horas de cerrar la redacción porque los párpados se cierran. La noche ya no es la de ayer. La planta segunda ha cambiado el color. Cohabitan (¿conviven?) los IES Juana de Castilla  y el IES La Escribana, seguramente dos grandes mujeres, dos grandes centros, cada cual en su acepción.


7 comentarios:

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  2. Que maravilla. Con esas explicaciones y comentarios parece que estuviésemos allí. Gracias

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  3. Que bueno eres joio!!! La verdad que sí ayer pensé que eras un crack, hoy me quito el sombrero. Leyendo se siente tu presencia, se huele, eres cercano. Haces que me ría(y mucho) otras me emocionas, haces sentir envidia sana, por supuesto, cerrar los ojos y transportarse ese lugar, a ese pantano, ver como os embutis el traje de neopreno, imaginarnos con él puesto y vuestros andares, Jajajaja esa descripción no tiene parangón! La verdad...ni esa, ni ninguna. Una última cosa, leyéndote, has conseguido que me sienta orgullosa (sanamente)de esos chavales a los cuales acompañais. "Pa enmarcados" buenísimo!!! Jijiji a ver sí no nos arrepentimos de no haberlos "enmarcao". Muchísimas gracias, besos y esperando una nueva redacción.

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  6. Buenas tardes. Casi que me entero de la existencia de este blog al termino del viaje. Pero he llegado a tiempo. Jose Ramon , que pico tienes , es casi como estar ahí pero mas descansados. Gracias por el blog y por lo que haceis por nuestros niños. Seguro que esta aventura no la olvidan jamás , y a vosotros tampoco. Seguid disfrutando

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