José R. PEDRAZA (Granada). Casi
sin comerlo ni beberlo, de sopetón, metidos estamos una vez más en un autobús
con alumnado. El espíritu escribano resucita en plena Pascua.
Tras muchos trámites,
gestiones a troche y moche por parte de las DACE, la omnipresente Carolina y la
neófita Virginia –mil gracias por lo hecho desaforada y desprendidamente-,
amaneciendo, Jaime Pandelet (EPV) y José R. Pedraza (CCSS), en ruta con 13
muchach@s que terminan su etapa secundaria y que bien merecido tienen su viaje
fin de estudios. Otros tantos se quedaron en el pueblo. No pudo ser, aunque
bien que nos hubiese gustado que toda la tropa, la multitud, la nación cuartelera
(l@s de 4º) hubiese hecho pertrecho camino de Granada (mira por donde, el nombre
del hotel). No pudo ser los Pirineos, pero bien que estaremos en la montaña más
alta de la península y su nieve puesta. Granada es blanca de cal y nieve,
Albaicín y Sierra Nevada, y verde de rica vega y cipreses escalonados frente
por frente al Palacio Rojo, Alhambra de los cuentos, de sultanes y de fuentes.
Más o menos puntuales,
macrobus con minigrupo. ¡Que sobre! Ahora, que el maletero es propio de un
verdadero grupo de aventura. Nadie acertaría el número de viajeros a la vista
de las rebosantes tripas del autocar. ¡Chiquillo!
Parada técnica en Córdoba
y rumbo al SE, la N-432 que tanto gastamos en su tramo Córdoba-El Vacar,
perpendicular nos lleva ahora directa en pleno reino nazarita en su tramo
Córdoba-Granada.
Desayuno en Nicol’s
(estación de Luque). Las tostadas sobrepasan el 47 de pie, bien aliñadas con su
aceite chorreante y su tomate triturado. De oreja a oreja una sonrisa pringosa
para empezar bien el día.
La llegada a Granada,
todo plácida. Instrucciones de última hora en pleno movimiento, como en los
antiguos desplazamientos balompédicos. A orillas del Genil, en pleno Salón
genilense, a la altura de la afluencia del Darro, el apeadero. Se despierta la
capital de la Alta Andalucía.
Jaime parece mama-pata
con su Google Maps y sus recuerdos de juventud. Sabe de callejero, pero se
asegura. Los pollitos detrás. Un buen día espera, aunque la incertidumbre
atenaza algún rostro y el caminar de otr@s. El móvil, las señales, “una
pregunta, por favor”, y la memoria universitaria y musical de Pandelet nos
conducen indefectiblemente a los Baños Árabes al Andalus Hamman. La carrera del
Darro ya merece por si misma, y cuando se nos descubre la gran fortaleza
nazarí, toda literatura sobra.
Pero merece contar el
baño porque reportaje gráfico no hay. La cámara de apagó por intervalo de hora
y media. Toda la liturgia de entrar, los patucos para los zapatos, las
explicaciones de la gobernanta y el descorrimiento de la cortina que da paso al
vestuario fueron todo un preludio de ese mundo tenebroso, vaporoso, cálido,
morisco, insinuante que es sumergirse en termas de contraste, en el oriente
mismo, con las velas tililantes, con el te rojo, con las azulejerías y las
decoraciones almagras y las columnillas de mármol blanco. Y para colmo, un
masaje de los que no se olvidan –dicen los afortunad@s-.
Una campanilla dulce nos
despertó del sueño mismo en que se convirtió el baño. Difícil rehacernos cuando
la experiencia no permitía tener voluntad de volver a la realidad, bella, pero
realidad.
Darro arriba y comenzó la
conquista del Albaicín, el barrio-estampa, la postal. El pelo se secó en la
segunda callejuela, y en la cuarta el sudor corría espalda abajo. El Mirador de
San Nicolás merece el baño de sudor. ¡Qué inefable, qué cuadro, qué paisaje!
Un cosmopolitismo al sol
hacía del sitio una pequeña ONU, una séptima avenida. Rubios, hippies,
flamencos, rastas, morenos, blancos, bienpuestos, mochileros, alumnado,
bohemios, viajeros al encuentro. Pandelet dibujó, Pedraza relató.
Tras los bocatas de cada
cual, que supieron como en casa, en buena armonía y fila india, la tarde nos
condujo a la Granada cristiana, la catedralicia. Tiempo de escapatoria por
Plaza Nueva y Gran Vía.
A la hora torera, Gustavo
Gutiérrez, guía por derecho, nos llevó por los vericuetos del casco histórico. ¡Vaya saber estar y vaya itinerario! Mucho saber y mucho saber enseñar. L@s
chic@s se comportaron como si el dédalo de calles y el patrimonio fuesen el
aula improvisada de una clase cualquiera, libre aula de instituto. Pedagogía
y didáctica en su mejor versión. Los profes nos guiñamos de la fortuna de haber
encontrado a este granadino ilustre. Buen discurso, buena referencia.
Alcaicería, Capilla Real, Pza del Carmen, Alhóndiga, la Madraza, la Judería que
ahora es Realejo, la cuesta de Gomérez, Bib-Rambla,…El honorario se lo ganó con
creces, como larga quiso hacer su ruta. Acortó lo que pudo a petición nuestra, y, tras despedirnos, bajamos por la margen derecha de un río soterrado, invisible, el Darro, volviendo a su desembocadura con el gran afluente, el Genil. En pleno encuentro
geográfico, el topónimo “Mercadona”. Carga de cosas y descarga de vejiga. Y
autobús al fondo.
En la vega, en el
extrarradio, Hotel Camino de Granada. Cuatro estrellas, buena atención en todo
momento, desparrame de maletas, y, con puntualidad británica, cena (espaguetis con
tomate, flamenquines con patatas, helado, regado todo con agua embotellada).
Chinos, Imserso y corchúos.
Promesas de que dormirán
pronto, de que están cansadísimos (alguno quiso hacer pinitos en el gimnasio),
de que ducha, luces en off,…Promesas.
Pues no sé si llegará
ResponderEliminarPues siiiiii llegooooo!!!!
ResponderEliminarHola chich@s!!!! Vaya día el de ayer!! A ver hoy como se desarrolla.
Lo primero y muy importante.... Gracias querido José Ramón! Por tu genial idea de crear este blogs y hacernos participe de la aventura. Gracias por dedicar tu tiempo a relatarnos el Diario de Abordo. Por tenernos al corriente.
Leer tu comentario ha sido fabuloso. Como diría Diego.... Eres un crack!!!!
Que disfrutéis y saqueis el máximo partido posible. Para vuestras retinas y vuestros corazones. Besazos infinitos. Amparo Mena