José R. Pedraza
(Córdoba). No hay quinto malo. Se dice que los finales,
cuando las cosas han sido buenas, son tristes. En nuestro caso, el final es
alegre, no porque se hubiese terminado algo malo, sino porque después de la
tontería de turno, estuvimos en la noche de ayer echando un paseo de los de
hermanamiento por el barrio, una cena fraternal, una salidita al parque para
comer pipas, tomarnos un refresco, jugar en los cacharros, contar algún chiste,
responder a preguntas del trivial, escuchar musiquita cañera y departir de
algunas cosas vividas en los últimos cuatro días. Una botellona sin botellas.
Cuando nos recogimos,
el día estaba cambiando a otro. Prudentes (como lo hemos sido en todo). La
noche presuntamente fue algo movida, pero sin perder la presunción de
inocencia. Las bolsas de chuches y refrescos del hipermercado del paseo de la
tarde-noche irían a algún lado. Para eso salimos a comprar. No se escuchó ruido
en el pasillo ni queja del hotel. Todo plácido, todo normal en un viaje fin de
estudios, demasiado normal. Mejor para tod@s.
Como era de suponer
por parte de los profesores, el desayuno sólo lo pusieron en práctica tres
(¡imagina, imagina!). También normal. Las leoneras habían llegado a su máximo
exponente. Entre el sueño y no poder salir de ellas por obstrucción de
sudaderas, bolsas, maletas, toallas, zapatos y adminículos de todo tipo y tamaño,
la mañana fue tranquila en el despertar. Fue nuestra perfecta programación.
Tras recoger esos cajones de sastre en los que se habían convertido las
habitaciones 230,231, 232 y 234 y conseguir meterlo todo como equipajes, la
salida la hicimos a las 11'30. El pic-nic nos lo preparó Paco, director y dueño
de El Camino, con más cariño que el primero. Había que compensar la cena
perdida del miércoles, y bien que se portó (dicho queda, justicia humana). Era
una mañana relajada de camino por la que transitaríamos por el surco
intrabético (A-92): Santa Fe, Huetor-Tájar, Loja, La Palma, y en Salinas, por
la A-333, camino de cambiar de provincia tras la tangencial incursión
malagueña. El rumbo hacia el norte nos metió sin solución de continuidad en
Iznájar, bella atalaya andalusí en lo alto de un encrespado relieve. En
derredor, y quedando en tómbolo el pueblo, el pantano de
Iznájar, el mayor de Andalucía, un mar interprovincial en pleno corazón de la
Bética. 13 horas, tiempo libre y paseo para encontrar rincones pintorescos cada
uno por su cuenta. Los niños con los niños, las niñas con las niñas. Los
profesores, más solos que la una.
A las 14 nos vimos en
el mismo balcón a modo de adarve en el que Rafael, nuestro nuevo chófer, había
dejado su bus. En todo lo alto del fortín iznajareño nos comimos nuestro
almuerzo bocadillero, esta vez regado con zumitos y bebidas carbonatas. Otro
riego, que el agua con agua enguachina. Sobró comida para otro regimiento.
Estuvimos cobrando fuerzas para acometer una intrépida tarde en el río que
vimos nacer en lo más alto de la nevada sierra granadina y que ahora se
represaba en el límite de las provincias de Málaga, Granada y Córdoba, por la
que discurrirá majestuoso –el Genil es la arteria afluente más grande del Río
Grande- hasta entregar su caudal en el ya sevillano Betis. Nos hicimos una foto
entrañable con Francisco, un viejito cariñoso que compartió el asiento de la
parada del autobús justo al término del almuerzo. Foto de grupo con él.
Dejando la A-333 en
Rute, llegamos a la A-45 en Encinas Reales, rumbo sur hasta Benamejí y error en
la elección de empresa de rafting. Nos fuimos a la competencia (aprovecho para
recomendarla también, en la bajada desde Benamejí al Genil, en la antigua N-331
–Camping Rafting-, con sus cortijillos, su pedazo de cafetería,…-. Tras el
saludo equivocado, continuación hasta El Tejar, y a la salida, a mano derecha,
Salta Ríos, la empresa contratada. Saludos, explicaciones de Antonio, el
responsable, cambio de atuendo –el embutido en el nuevo neopreno fue más
agradable que en Quéntar-, y cambio de bus (ahora era de minibús a minibús –nos
lo cambiaron el viernes, no lo dije-), y descenso hasta la misma margen izquierda.
Nuevas explicaciones técnicas, el cuerpo que se nos iba poniendo casi malo –alguno
al Genil lo veíamos como el Iguazú-, y manos a la obra. Allí íbamos las cuatro
embarcaciones aguas abajo. Una compuesta de unos descompuestos en despedida de
soltero; otra con los alumnos; otra con las alumnas; y otra con los dos
profesores y cuatro ceutíes sin rumbo determinado. El tramo uno, apacible,
pasando bajo el elegante puente de Hernán Ruiz, renacentista, quinientos años
lo contemplan, cinco siglos soportando gentes, carros, coches, camiones,
camionacos. El tramo dos, tras un giro en la ladera agrietada de Benamejí, un
poquito más revoltoso, algunos rápidos y obstáculos a salvar –la fauna avícola
hizo buenos vuelos rasantes por el bosque de ribera-; el tercer tramo,
importante, ajustes milimétricos del rumbo, “¡adelante, adelante, adelante,…!”
de los timoneles (los otros gritos eran “atrás”, “alto” y “adentro” –en caso de
caída-). Caídas intencionadas en los tramos más controlados, chopeteos
provenientes de palazos en el agua, mucha risa, complicidades, una armonía entre
las balsas que nos llevaron por unos 8 km río abajo en una preciosa tarde de
primavera formando parte del río, insertos en un paisaje fluvial digno de
fotografía, haciendo mucho ruido, como era de esperar, pero con patos,
galápagos, garcetas,…viéndonos pasar acostumbrados de ver pasar gente en un
ecosistema en el que el rafting se ha incorporado con respeto. Pasamos por allí
y allí no pasó nada. Para la mayoría todo un descubrimiento al que seguramente
volveremos más pronto que tarde. Un buen regalo de onomástica o cumpleaños o
una actividad colaborativa para hacer las paces (el Genil lleva agua casi todo
el año, incluido el verano –su régimen es pluvio-nival-).
Llegado a una azuda,
fin del trayecto. Recogida en la misma margen izquierda, balsas fuera, y de
vuelta subiendo a Benamejí, pasando por medio del pueblo, a El Tejar.
Recuperamos nuestras ropas, y regreso, cayendo la tarde, a Villaviciosa.
Si bueno fue el
comienzo en los baños árabes, una ruptura con la rutina escolar y cotidiana,
mejor fue el final de la excursión con una actividad fluvial y cordobesa que
cualquiera puede repetir si se lo propone, lo invitan o lo necesita.
Parada técnica en
Córdoba a eso de las 20’40, y vuelta a la N-432 para desviarnos en El Vacar,
pasar nuestro embalse, respirar hondo,…y estamos en casa. Sanos y salvos como
hemos escrito guasapeando a todos y todas l@s que nos felicitaron.
Y aquí nos
despedimos, comenzando por l@s que nos habéis dado ayuda, ánimos y
consideración por teléfono o por internet –especialmente algunos comentarios
han sido emotivos, enternecedores y airosos para que las velas se llenen un
poquito cuando el velamen se está recogiendo con lentitud entre invisibles
tristezas y regusto de incomprensiones-. Después de un viaje así, recibir esas
notas es el mejor de los reconstituyentes para intentar seguir inventando
(innovación se le dice ahora, bueno).
Continuamos
reflexionando como hicimos tras algún otro peregrinaje. Si lo positivo y lo
menos positivo no se entienden en su justa medida, no se llega a la justicia,
menos a la equidad. Nunca mereció la pena aquello que no tuvo proporción. Una
croqueta no le puede dar sombra a una cima, la aritmética de un plato no debe
ocupar el tiempo de la geometría y la magia de las montañas y los ríos. La
madurez (analícese científicamente el concepto y caracterícese) será siempre
nuestro sueño, educativo y social.
Terminamos dando un
beso a todo el alumnado, Manuel, Sergio, Atenea, Clara, Miriam, Diego, Isabel,
José, Rafael, Juan Manuel, Francisco, Lucía e Inés, por su buen comportamiento,
por haber hecho caso de lo recomendado y acoger de buen grado los consejos y
las adaptaciones que tenían que darnos solución a los problemas. Fueron buen@s.
Ayyyyyy que sustoooo!!!!! Ayyyyyyyy que mal sabor de boca me quedaba!!!!! Ayyyyy venga entrar y venga entrarrr y aquiii, nada!! Ayyyy que no me puedo despedirrrrrr!!!!
ResponderEliminarPero como en el fondo pensaba......deja que descanseeee, ya vendraaaa.
Elo aquí!!! Ya descansado y pilas recargadas. Nada, chic@s y profes. Ya en casita. Recuerdos, risas, anécdotas, regalillos, besos...
Vuelta una vez más (que pesá) dar las gracias a vosotros, profesores que habéis acompañado a nuestros hijos, que os liasteis la manta a la cabeza y os lanzasteis a la aventura. Especialmente siempre agradecida a usted señor Pedraza, por hacernos llegar las noticias del día, la redacción ha funciona puntualmente. Todo con lujo de detalles. En fin...que esto se ha acabado pero que echo de menos abrir y no encontraros. Lo bueno...estáis cerca y cualquier día me llego a veros. Besazos y os deseo toda la suerte del mundo. Os lo merecéis. Muuacaa!!!!!
Muchas gracias por todos los comentarios vertidos sobre el viaje a través de este blog. Si tiene algún mérito, lo tiene el hecho de que tod@s l@s que han participado, han hecho posible que sea bonito, que haya ido todo bien, que hayamos disfrutado enormemente y que no haya habido contratiempos.
ResponderEliminarAunque se agradece dentro del mismo blog la ayuda, el ánimo y la consideración, personalmente quiero subrayar ese desbordante afecto, cariño, piropos,...que dedica muy especialmente Amparo, y también Isabel. No es la primera vez que es así, y no se olvidan aquellos comentarios fantásticos y desprendidos de aquel inolvidable Camino de Santiago. En cualquier peregrinaje en la vida hace falta el aliento, y cuando es tan explícito y reiterado, llega al alma misma. Y más en los tiempos que corren, por todo lo que hay. Dejémoslo, porque no nos lleva a ningún lado.
Un beso para ti, Amparo, por esa manera tan espontánea y libre de expresar buenos sentimientos. Igualmente para tod@s l@s que lo habéis expresado en público o en privado. Recíprocamente os los envío. José R.
Eres un SOl!!!
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